“Este nuevo contexto impone desafíos tanto a los bancos de alimentos existentes como a los que se piensa implementar. No basta poner a disposición de la población más necesitada productos de cualquier tipo, deben ser alimentos nutritivos y saludables”.
Mientras en el mundo el número de personas afectadas por el hambre ha aumentado desde 2014 alcanzando cifras históricas producto de la pandemia, cada día se siguen perdiendo o desperdiciando toneladas de alimentos. Se define como pérdida de alimentos a la merma en cualquier parte de la cadena alimentaria, ya sea en la etapa de producción, postcosecha, almacenamiento o procesamiento de alimentos, es decir, antes de llegar a su fase de producto final o a la venta minorista. Por otra parte, el desperdicio alimentario dice relación con la merma tanto en calidad como en cantidad, que ocurre al final de la cadena alimentaria por malas decisiones de comerciantes y consumidores (producto final, al momento de la venta y en manos del consumidor). Según información de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia en el mundo, lo que representa alrededor de 1.300 millones de toneladas de alimentos al año. Cerca del 14% de esta merma se produce entre la cosecha y la venta minorista, 11% en los hogares, 5% en los servicios de comidas y 2% en el comercio al por menor.
Cuando se pierden o desperdician alimentos, todos los recursos que se utilizaron para su producción -como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital- se desaprovechan. Además, la eliminación de los alimentos perdidos o desperdiciados en vertederos genera emisiones de gases de efecto invernadero, lo que contribuye al daño medioambiental y cambio climático. La pérdida y el desperdicio de alimentos también tiene repercusiones negativas en la disponibilidad de alimentos, en la seguridad alimentaria, aumenta el costo de los alimentos, y desprotege el derecho a la alimentación de personas y comunidades.
Aun cuando es habitual enfocar estos problemas desde un punto de vista individual como aprender a cocinar con menos merma, no desperdiciar alimentos muy maduros, comprar y cocinar las cantidades justas que se consumen, etc., es necesario impulsar medidas estructurales que aseguren la disponibilidad de alimentos saludables para la población y que contribuyan de raíz a disminuir las pérdidas y desperdicios de alimentos. Algunas de las medidas que se han propuesto en este sentido incluyen la organización de pequeños agricultores; bajar los altos «estándares estéticos» que los supermercados imponen a los productos frescos; acercar las ventas al consumidor, circuitos más cortos; mejorar las instalaciones de almacenamiento y la infraestructura para guardar y transportar la cosecha; desarrollar conocimientos y capacidades en los operadores de la cadena alimentaria para aplicar prácticas de manejo alimentario inocuas; desarrollar y mejorar las instalaciones de procesamiento de alimentos que rescatan pérdidas y desperdicios; desarrollar vínculos entre procesadores, pequeños productores y comercializadores de alimentos; disminuir la cantidad de alimentos en las estanterías y la amplia variedad de productos y marcas disponibles que conlleva al desperdicio de alimentos; e incorporar estrategias de recuperación de alimentos de la cadena alimentaria, que aún pueden ser inocuos para el consumo humano.
Basados en esta última recomendación, hace algunas semanas, el Ministerio de Desarrollo Social y Familia de Chile informó que, gracias al trabajo conjunto de organizaciones sociales, fundaciones y ferias libres, se crearán 70 bancos de alimentos en 16 regiones del país. Esta estrategia tiene el propósito de recuperar más de 35 toneladas de frutas y verduras. Por otro lado, también se anunció la creación de supermercados populares, a través de la asociación con grandes cadenas de supermercados, con el objetivo de recuperar productos en buen estado (y que las cadenas suelen desperdiciar) para ponerlas a disposición de la población a un precio más económico. Este tipo de prácticas de recuperación y redistribución de alimentos se están extendiendo en todo el mundo como soluciones para promover el derecho a la alimentación y reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos.
Los bancos de alimentos (1) son entidades sin fines de lucro que reciben y recogen alimentos excedentes de comercios, empresas o personas para repartirlos a quienes los necesitan. Estas instancias están a cargo de recoger, transportar, clasificar, almacenar y distribuir alimentos en forma segura, y surgen con un doble objetivo, resolver el hambre y combatir el desperdicio. Realizan su propósito mediante la recepción de alimentos excedentarios de diversos sectores como el agropecuario, industrial, comercial, hoteles, restaurantes o personas naturales. El papel de los productores y comercializadores de alimentos es altamente relevante para su funcionamiento, sin embargo, de igual manera necesitan de ayuda gubernamental y del apoyo de la sociedad en general.
La población chilena ha experimentado un aumento sostenido de la malnutrición por exceso y de problemas de salud vinculados con la dieta, incluso entre aquellas personas que padecen inseguridad alimentaria. Este nuevo contexto impone desafíos tanto a los bancos de alimentos existentes como a los que se piensa implementar. No basta poner a disposición de la población más necesitada productos de cualquier tipo, deben ser alimentos nutritivos y saludables. Valoramos y apoyamos la iniciativa de reducir pérdidas y desperdicios mediante la creación desde el Estado, de microbancos y supermercados populares. Esperamos que estas instancias se basen en alimentos de producción nacional tales como frutas, verduras, pescados, lácteos y legumbres, evitando los productos ultraprocesados y en especial aquellos con sello “alto en”. Este tipo de políticas puede contribuir a garantizar el derecho a la alimentación adecuada, saludable y culturalmente pertinente, recordando que la seguridad alimentaria incluye la disponibilidad y el acceso a alimentos variados, inocuos y nutritivos.
Por: Lorena Rodríguez Osiac, Patricia Gálvez Espinoza, Daniel Egaña Rojas. Integrantes Grupo Transdisciplinario para la Obesidad de Poblaciones de la Universidad de Chile (GTOP-UChile).
Publicado originalmente en The Clinic