La salud humana, entendida no sólo como “la ausencia de enfermedad”, sino también como “el estado de bienestar somático, psicológico y social del individuo y de la colectividad”, depende de la conservación de los sistemas naturales del planeta. Naciones Unidas ha advertido que los ecosistemas de todo el mundo marchan por un camino peligroso y sin retorno, razón por la cual el lema para la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente este 5 de junio de 2024 es “Nuestras tierras, Nuestro futuro, Somos la #Generación Restauración” a través del cual se nos convoca a restaurar las tierras, detener la desertificación y fortalecer la resiliencia a la sequía.
Para responder a esto, Chile deberá generar cambios profundos en materia medio ambiental. El día 23 de mayo de este año llegamos al día del sobregiro ambiental, siendo una vez más, el primer país Latinoamericano que agota los recursos y servicios que brinda el planeta y que deberían durar el año completo. Este parámetro, que se mide desde los años ’70, ha evidenciado un aumento paulatino y acelerado de la brecha que existe entre lo que la Tierra es capaz de proveer y lo que usamos. Esto significa que a partir del 23 de mayo estamos generando una deuda ecológica: desde el 24 de mayo hasta el 31 de diciembre usaremos lo que no tenemos y esta deuda la deberán pagar las generaciones futuras que vivirán en un planeta degradado.
A través de nuestro estilo de vida, Chile y el resto de los países, especialmente los que llamamos “desarrollados”, estamos contribuyendo a la alteración de numerosos procesos o recursos de los ecosistemas de la Tierra, lo que se conoce como Cambio Global. Este cambio se mide a través de 9 límites planetarios y si se traspasa alguno de estos límites se provocarán daños irreversibles sobre dichos sistemas o recursos.
El más conocido, y que se ha convertido en estandarte de estos 9 límites, es la emisión de gases con efecto invernadero a la atmósfera, cuyo efecto es el cambio climático que estamos sufriendo en todo el mundo, en mayor o menor medida según nuestra capacidad de adaptarnos y resistir a estos cambios con tecnología. Los otros límites, que si bien no los tenemos tan identificados no son menos importantes, guardan relación con la pérdida de biodiversidad, el uso del suelo, el recurso hídrico, los ciclos biogeoquímicos, la acidificación de los océanos, la carga de partículas atmosféricas, el daño a la capa de ozono y las nuevas entidades o materiales/sustancias que existen por la actividad humana, como el plástico o plaguicidas sintéticos. Cuando se propuso esta manera de medir el cambio global en 2009 se habían sobrepasado tres límites. Tristemente, hoy ya hemos sobrepasado seis a nivel mundial.
La mega-sequía que se ha instalado en Chile por más de una década es una muestra clara y dramática de cómo nos ha afectado el cambio climático. En la Región de Coquimbo la falta del recurso hídrico ha hecho prácticamente desaparecer la producción de cereales, legumbres y ganado caprino y este año amenaza la producción de hortalizas de una de las zonas abastecedoras para el país de estos alimentos pertenecientes a la canasta básica familiar. El cambio climático también ha provocado un aumento en la frecuencia e intensidad de los ríos atmosféricos, provocando graves inundaciones, como la del año 2023 que causó la pérdida de gran parte de los cultivos de la Región del Maule, arriesgando con ello la seguridad y soberanía alimentaria. En relación a otro límite planetario, la existencia en el ambiente de nuevas sustancias, se evidencia por los plaguicidas que han sido detectada en el aguas de ríos de zonas agrícolas del Valle Central de Chile (Cachapoal, Ňuble, Itata, Traiguén, Chillán, Temuco y Rapel). Lo que también resulta muy alarmante, ya que existe evidencia que en la Región del Maule los plaguicidas presentes en el aire y en los alimentos, representan un grave peligro para la población, al generar trastornos de salud mental, cognitivos y reproductivos (nacimientos de niños con malformaciones congénitas, abortos espontáneos, y otros cambios en la salud reproductiva).
Otro material creado por el humano, el plástico, ha sido detectado en numerosos tejidos del organismo (testículos, placentas, cerebro, líquido amniótico y leche materna). ¿Cómo llegan estas partículas de plástico a nuestros cuerpos? estamos consumiendo, en promedio, 5 gramos a la semana por persona a través del agua y los alimentos. Esto equivale, en peso, a una tarjeta de crédito. Según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, los efectos más graves que esto puede tener son la capacidad carcinogénica y disruptora del sistema endocrino, lo que se ha vinculado con trastornos reproductivos y del desarrollo, incluido cáncer de mama, inicio temprano de la pubertad, entre otros. Es tremendamente difícil pensar en un planeta Tierra actual sin plástico, ya que está presente de una u otra manera en todas las actividades humanas, nuestra ropa, equipos y herramientas utilizadas en la medicina, los envases de nuestros alimentos, etc. Por ejemplo, se ha estimado que actualmente en el mundo se producen un millón de botellas por minuto, ólo para envasar agua y que menos de un 15% del plástico utilizado en el mundo se recicla.
Podríamos mencionar infinitos ejemplos para cada límite, cómo seguimos transgrediéndolos y cómo sus efectos se nos devuelven amplificados, empeorando el bienestar planetario y de las personas. Es por eso que urge que tomemos conciencia y actuemos en relación a las pequeñas decisiones cotidianas -cómo nos trasladamos, alimentamos, calefaccionamos, si reciclamos, si aceptamos bolsas de plástico en nuestras compras- hasta grandes decisiones de gobernanza sobre políticas públicas relacionadas principalmente con el sistema alimentario, diseño de las ciudades, uso del suelo, transporte, protección de la biodiversidad, etc. Las actividades humanas en todos los ámbitos, desde el más cotidiano e insignificante, tienen impacto en los cambios globales y en la sostenibilidad del planeta y su efecto en la salud, el bienestar y la felicidad de las actuales y nuevas generaciones.
Por: Gabriela Lankin Vega, Cecilia Baginsky y Marcela Araya Bannout
Publicado originalmente en El Dinamo