En estos momentos algunas familias salen a comer afuera, otras cocinan algo rico en casa. Pero sea cual sea el plan, la idea es aprovechar estás instancias para disfrutar, compartir y conversar, y evitar usar pantallas -como televisores o celulares- mientras estamos en la mesa.
La verdad no me había dado cuenta de la importancia que tenía la alimentación para las familias chilenas, hasta que una persona extranjera me dijo que mi familia tenía una relación “extraña” con la comida, por ahí por el 2017.
Fue desde ese entonces que comencé a observar a mi familia y darme cuenta que todo pasaba alrededor de momentos relacionados con la comida. Es así que empecé a leer respecto al tema y sin saberlo me comencé a introducir en un mundo que es de gran relevancia para Chile y América Latina.
La familia (entendida en esta columna como personas que viven juntas y comparten un presupuesto en alimentación) tiene una gran influencia en lo que somos como adultos. Es aquí donde aprendemos hábitos de vida, así como valores, y perspectivas de vida que nos hace ser la personas que somos durante la adultez. De hecho, en Latinoamérica, se habla de la existencia del “familismo,” concepto relacionado con una tendencia de poner a la familia al centro de todo.
La alimentación no queda fuera de este familismo. Primero, datos de la última encuesta de presupuesto familiar indican que en los hogares chilenos gastamos más de 20% de nuestros ingresos en alimentación, demostrando que este ítem tiene una gran relevancia entre las familias. Además, datos de la investigación que he realizado en chilenos y chilenas, han mostrado que la alimentación es un aspecto relevante en las rutinas familiares.
A través de la alimentación los miembros de la familia expresan sentimientos como el amor y cariño, por ejemplo, al preparar comidas ricas para otros. Muchas de nosotras/os tenemos la experiencia de que siendo adultas/os independientes visitamos a nuestras madres o abuelas y ellas nos preparan nuestros platos preferidos o nos mandan para la casa con envases llenos de comida “para que no pasemos hambre”. Igualmente, hay ciertas preparaciones que nos traen recuerdos cuando las comemos, que nos dan nostalgia, así como otras comidas que son parte de la identidad de la familia.
Otras investigaciones han señalado que, a través del acto de comer y alimentarse en las familias, se transmiten enseñanzas respecto a cómo cocinar, qué, cómo y cuándo comer, mostrando así la cultura alimentaria del hogar.
Así también, en muchos hogares, el sentarse a comer juntos significa compartir, unión, comunicación, pero en algunos casos, momentos de conflictos, de enseñar modales y muchas veces hasta hay castigos a través de la comida (“te quedas sin postre,” me dijeron cuando me portaba mal en la mesa de niña).
Datos de investigaciones muestran que, entre más comidas hagamos con algún otro miembro de la familia, se generan mejores hábitos alimentarios en la infancia y la adolescencia. Por ejemplo, comer en familia se ha asociado a que los adolescentes consuman desayuno a diario, o a que los niños y niñas tengan una mejor aceptación de frutas y verduras.
Es el momento de sentarnos juntos a compartir un plato de comida, donde las personas adultas pueden enseñar hábitos, transmitir gustos y preferencias a los niños y niñas de la casa.
Sumado a lo anterior, la alimentación tiene un lugar especial los fines de semana porque, como me lo han dicho algunas entrevistadas durante mis investigaciones, están todos los miembros de la familia juntos, niños/as, adolescentes junto a sus padres, madres u otro cuidador/a.
Los fines de semana pasan a ser días especiales, de “regaloneo;” se comen cosas ricas (definidas por cada familia como ricas), se comen comidas especiales, porque hay que aprovechar la instancia de que están juntos en familia.
Así mismo, hay fechas que representan momentos especiales donde, por supuesto, se debe comer de manera especial. Y cuando digo especial, no me refiero necesariamente a hacer grandes gastos en grandes comidas, sino más bien a comer, a veces, distinto a lo que se come durante la semana.
Uno de estos días de eventos especiales en cuanto a la alimentación y las familias, fue -por ejemplo- el domingo 11 de agosto, en el cual se celebró el día de la infancia. Otro será el próximo 18 de septiembre y las fiestas patrias.
En estos momentos algunas familias salen a comer afuera, otras cocinan algo rico en casa. Pero sea cual sea el plan, la idea es aprovechar estás instancias para disfrutar, compartir y conversar (incluso si no hay niños o niñas en el hogar), y evitar usar pantallas -como televisores o celulares- mientras estamos en la mesa, que son hábitos que se ha demostrado que llevan a tener conductas alimentarias menos saludables, especialmente en niños y niñas.
Aprovechemos la instancia para enseñar conductas alimentarias saludables, desde compartir todo lo referido a las tareas domésticas relacionadas con la alimentación (tal como señalan nuestra Guías alimentarias basadas en alimentos), preparemos y consumamos alimentos más naturales como más frutas y verduras, y generemos esas conversaciones familiares que tanto faltan hoy en día debido a la ajetreada vida que llevamos.
Por: Patricia Gálvez
Publicado originalmente en eldesconcierto