En un tweet del 28 de febrero el Dr. Juan Carlos Said indicaba que, si bien el código postal es probablemente el principal determinante de salud de las personas, es el código genético el que se lleva la mayor parte de los recursos en investigación, y, agregamos, en otras áreas como las comunicaciones. Se refuerza con esto la idea de que subestimamos el impacto de los entornos poco saludables en las decisiones de las personas y por ende en su situación de salud.
A propósito de este tweet y del día mundial de la obesidad (4 marzo) -convocado por la Federación Mundial de la Obesidad para sensibilizar a los gestores de políticas públicas– desde GTOP-UChile (https://gtop.uchile.cl/) queremos insistir en la importancia de este problema en Chile y hacer un llamado a las autoridades a profundizar e innovar en las políticas públicas que aborden los entornos obesogénicos desde sus causales estructurales.
Según cálculos de la OMS, y a pesar del aumento sostenido en la última década de la subalimentación, la obesidad y el sobrepeso no han dejado de crecer en todos los grupos etarios y en todas las regiones del mundo. Este aumento poblacional de la obesidad posee implicancias directas en múltiples patologías incluidas las enfermedades cardiovasculares y el cáncer (principales causas de muerte en Chile). Sin embargo, la obesidad no es un problema individual. Como ha indicado la prestigiosa revista Lancet, obesidad, desnutrición y el cambio climático poseen conductores comunes, estableciendo sinergias en sus consecuencias negativas. Por ello, hacerles frente implica estrategias complejas que involucren decisiones globales, integrales y políticas de alto nivel.
La misma OMS, en base a la evidencia científica, ha llamado a desarrollar un conjunto de políticas más costo efectivas bajo el concepto “best buys” (mejores inversiones). Entre ella, destaca el etiquetado frontal y restricciones de publicidad de alimentos insanos, así como medidas fiscales que incluyen impuestos a alimentos dañinos y subsidios a aquellos saludables, todas medidas que intentan mejorar los entornos donde las personas viven y se modifican. Sin bien Chile destaca con medidas como el etiquetado frontal y la publicidad de alimentos no saludables, aún tiene una deuda en materia de entornos alimentarios, ya que sólo cuenta con impuestos insuficientes a las bebidas azucaradas.
Aunque las conductas alimentarias aparentan ser decisiones personales, estas se encuentran fuertemente condicionadas por la disponibilidad y acceso físico y económico a los alimentos, todos elementos importantes de los entornos. Si los alimentos de mayor disponibilidad y menor costo económico son aquellos menos saludables (lo que contribuye a generar entornos obesogénicos), no podemos exigirle a la población que no los compre y consuma; a la inversa, si lo saludable es más difícil de conseguir y más costoso, no podemos insistir en hacer recomendaciones alimentarias que no serán posibles de seguir. Por eso, es importante y necesario mejorar los entornos alimentarios en que vive la población: aumentando el número de ferias libres (ubicación y horario de atención); subsidiando la producción y distribución de alimentos saludable; promoviendo los circuitos cortos; aumentando los impuestos a alimentos con sello “alto en” y limitando aún más la publicidad de dichos alimentos.
Por: Lorena Rodríguez Osiac, Daniel Egaña Rojas, Patricia Gálvez Espinoza.
Publicado originalmente en El mostrador