El 10 de mayo en Chile celebramos a las madres. Este día agradecemos lo que han hecho por nosotros/as, las redes sociales se llenan de posteos con imágenes que nos hablan de lo bellas que son y de lo felices que somos de ser sus hijos/as. Las regaloneamos con lo que podemos, para darles un día lleno de felicidad. Nos volcamos a llenarlas de regalos, la invitamos a comer o les cocinamos algo rico, e incluso les damos un día de descanso de labores del hogar para que sean felices (claro, de acuerdo a lo que el resto pensamos que es la felicidad de ella).
El comercio cierra la semana con cifras alegres, porque junto con la navidad, éste es uno de los días donde más se activan las ventas. En resumen, esta fecha se convierte en “la” jornada en que las madres pueden desconectarse de las labores domésticas que normalmente cumplen, y que socialmente son aceptadas como los roles de la mujer en el hogar.
Estos roles de mujer, particularmente de aquellas que son madres, no tienen una descripción precisa y se presentan como obligaciones difusas, pero vitales para el funcionamiento del hogar, incluyendo acciones asociadas a lo alimentario, la higiene, mantención y subsistencia, cuidados de niños/as y adultos/as mayores, y labores de contención y protección emocional de su núcleo. Esto es lo que desde el feminismo se ha denominado como economía de los cuidados y que muchas veces se consolida en dinámicas cotidianas que evidencian rasgos de postergación de sus propias necesidades como mujeres, en virtud de propiciar el desarrollo en favor de los/as otros/as integrantes de su familia.
En el caso de la alimentación, los estudios muestran que las madres son las que mayoritariamente se preocupan de que haya un plato de comida servido en nuestras mesas cotidianamente, lo que involucra no solo el cocinar, sino también encargarse de comprar lo que tendrá ese plato de comida y luego la limpieza, orden y desecho de todo lo utilizado. En muchos casos estas tareas deben ser realizadas una vez que ha terminado la jornada laboral, lo que implica una doble carga de trabajo (remunerado y no remunerado).
Nuestras investigaciones indican, además, que las madres especialmente en estratos bajos o medios bajos, realizan un patrón de alimentación asociado a la exclusión, en el cual ellas dejan de comer algunos alimentos en función de privilegiar a sus parejas e hijos/as. La ingesta femenina toma un comportamiento distintivo, ingieren comidas que se componen mayoritariamente de lo que ha quedado en los platos del resto de la familia, es decir se alimentan, en parte, del desperdicio de la comida.
El día de la madre que festejamos regalando rosas o chocolates o invitándola a comer fuera del hogar, promovido fuertemente en la publicidad, olvida por completo lo que significa la carga tradicional de las tareas del hogar y del cuidado, llegando a pensar que la celebración de este día es suficiente, para “pagar de vuelta” lo que generalmente una madre asume y que muchas veces va en contra de su propio bienestar.
En este contexto, queremos destacar lo que proponen las nuevas Guías Alimentarias para la Población Chilena, que nos invitan a “Compartir las tareas de la cocina, disfrutando de preparaciones nuevas y tradicionales”. Esta guía reconoce la complejidad de las tareas del hogar y la importancia de cultivar el valor de la colaboración y la distribución de estas múltiples tareas.
En este día de la madre quienes integramos el Grupo Trandisciplinario para la Obesidad de Poblaciones (GTOP) de la Universidad de Chile saludamos cariñosamente con un “feliz día mamá” a todas esas mujeres, que invisiblemente, con paciencia y dedicación desarrollan cada día un trabajo que está lejos de ser suficientemente reconocido. Esta columna es para ustedes, porque desde la academia estamos cuestionando y proponiendo aproximaciones teóricas y de intervención social que incorporen el enfoque de género y que puedan otorgar respuestas más integrales y pertinentes en relación con la atención de salud, así como en el diseño e implementación de políticas públicas en materias alimentación y nutrición. Ahondar en los efectos que conlleva el género como determinante de la salud (y de la alimentación), implica cuestionar normas, expectativas y funciones sociales que incrementan la tasa de exposición y vulnerabilidad de las mujeres, enfatizando en que es urgente dejar de culpabilizarlas como las causantes individuales de su “enfermar” y el de su familia; y que son más bien las condiciones de vida que nos rodean las que están propiciando los factores de riesgo de enfermar.
Por: Patricia Gálvez E y Carolina Franch M.
Publicado originalmente en Radio UChile