Durante los conflictos el hambre no sólo es una consecuencia, también puede ser utilizado como una herramienta estratégica.
Este año, como todos los años desde 1979, se conmemora el 16 de octubre el Día Mundial de la Alimentación. Esta fecha fue creada con el objetivo de promover conciencia en la población sobre las personas que sufren hambre. Este año el lema promueve el “Derecho a la alimentación para una vida y un futuro mejores”.
Reflexionar sobre la alimentación como un derecho nos lleva inevitablemente a pensar en los múltiples escenarios de hambre que hoy nos afectan y que vulneran el derecho a la alimentación y generan inseguridad alimentaria. Según la OMS, las principales razones por la que aún existe hambre en el mundo son falta de acceso físico y económico, cambio climático y conflictos armados.
Dentro de este último punto, se encuentran cerca de la mitad de los países del continente africano y algunas regiones de Asia, Medio Oriente, América Central y el Caribe. Estos países llevan años, sino décadas, enfrentando conflictos armados, tráfico de drogas y armas, pero estas situaciones llegan poco a nuestras noticias diarias, nos parecen ajenas, lejanas, las normalizamos y no nos movilizan como debieran.
Según cifras del Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias (GRFC) 2023, los conflictos armados han llevado a más de 117 millones de personas a una situación de inseguridad alimentaria aguda y grave, siendo éstos una de las causas primordiales de hambre en el mundo.
Los conflictos armados y las guerras interrumpen el acceso a alimentos y agua por diversas causas, saqueos, destrucción de cultivos y fuentes de alimentos, suspensión de actividades productivas o extractivas, daño de infraestructura para la producción y distribución de alimentos e interrupción del transporte y comercio.
Los sistemas alimentarios se interrumpen y deterioran, afectando la seguridad alimentaria incluso más allá del tiempo de guerra. Los medios de subsistencia quedan perturbados y las actividades y objetivos de vida apartados, a veces durante años. Muchos de estos conflictos generan desplazamientos masivos, de forma voluntaria o involuntaria, lo que agrava la situación tanto en lo agudo, como en el tiempo con familias completas que quedan despojadas de todos sus enseres y propiedades.
Durante los conflictos, el hambre no sólo es una consecuencia, también puede ser utilizado como una herramienta estratégica. El derecho internacional humanitario prohíbe explícitamente hacer sufrir hambre a la población civil, ya sea la población general o individuos privados de libertad por los conflictos, como método de guerra. Sin embargo, en múltiples conflictos, estas normas son ignoradas.
Los Estados y las organizaciones internacionales tienen el deber de velar por el derecho a la alimentación, incluso en situaciones de crisis, como los conflictos armados. Para mitigar estos efectos devastadores, es crucial que las organizaciones internacionales implementen estrategias para evitar el hambre de forma permanente, en cada uno de estos conflictos. En este día no podemos ni debemos observar pasivamente el continuo horror del hambre con indiferencia.
Por: Lorena Rodríguez y Deborah Navarro
Publicado originalmente en El desconcierto