Los resultados 2022, recientemente divulgados, del Mapa Nutricional que año a año elabora Junaeb muestran que 26,8% de los niños, niñas y adolescentes (NNA) evaluados tienen sobrepeso, y el 26,2% obesidad; y entre éstos, 8,3% una obesidad severa. Destaca que 41,4% se encuentra en peso normal para la edad, talla y sexo. Estos resultados presentan una leve mejoría respecto a los resultados anteriores: para el 2021, la prevalencia de obesidad fue 31%, la de obesidad severa 10,8%, la de sobrepeso 27% y la proporción de NNA con normopeso fue 34%. Sin embargo, debemos recordar que, durante la pandemia, las mediciones fueron realizadas en casa por las familias y pueden no ser comparables totalmente con las mediciones realizadas tradicionalmente por profesores y profesoras entrenadas, que fueron retomadas este año.
Pero si comparamos con una serie más larga, por ejemplo, versus 2019 en la cual también fueron los profesores quienes evaluaron a los NNA, se observa otro escenario: la obesidad aumentó de 23,5% a 26,8%, la obesidad severa también aumentó -de 6,4% a 8,2%-, el sobrepeso disminuyó levemente de 28,7% a 26,8% y el normopeso se mantuvo (41,2% a 41,4%). En una serie aún más larga desde 2009 a 2022 observamos que la obesidad en este mismo grupo etario ha aumentado de 15,9% a 26,2%.
La conclusión es que la obesidad, y en especial la obesidad severa, continúan siendo alarmantes, en especial porque afectan a NNA que se encuentran en una etapa importante de crecimiento y desarrollo. Además, se puede observar en los resultados de este nuevo Mapa Nutricional que estas condiciones de sobrepeso y obesidad afectan más a aquellos que pertenecen a grupos socioeconómicos más vulnerables o viven en aquellas zonas más australes, las regiones de Aysén y Magallanes presentan las cifras más altas de sobrepeso y obesidad (58,1% y 57, 8% respectivamente). En el caso de la Región Metropolitana, en la comuna de Lo Espejo la cifras de malnutrición por exceso alcanza 52,9%, lo cual es consistente con la pobreza multidimensional de esa comuna, que llega a 39,8%, siendo una de las más altas de la región.
Esto nos indica que hay determinantes sociales de la malnutrición, como el nivel socioeconómico, la situación geográfica y los entornos alimentarios, que escapan a las decisiones personales y familiares, y que requieren intervenciones del más alto nivel para abordar el problema.
Desarrollar políticas públicas integrales que pongan freno a esta tendencia es urgente. La Ley 20.606 (conocida como Ley de Etiquetado de Alimentos) implementó no sólo un nuevo etiquetado de advertencia “Alto en”, sino una serie de medidas destinadas a limitar la disponibilidad de alimentos insanos en las escuelas, restringiendo su venta en estos establecimientos y la publicidad dirigida a menores de 14 años de estos alimentos. Por otra parte, la última Reforma Tributaria en 2014 aumentó los impuestos a las bebidas azucaradas. Si bien se han mostrado buenos resultados con estas políticas, y son consideradas avances importantes para mejorar la alimentación de la población, sería ingenuo creer que estas medidas son suficientes.
NNA pasan gran parte de su tiempo en la escuela, por lo que frenar la obesidad en este grupo implica fortalecer aún más lo que se hace en estos espacios, por ejemplo, con un currículo escolar que promueva los hábitos de vida saludable, aumentando la oferta de alimentos saludables y estableciendo más horas de actividad física eficiente. En el año 2017 la Junaeb presentó el plan Contrapeso, que incluía 50 medidas relacionadas con la alimentación y actividad física para incorporar en las escuelas. No encontramos evaluaciones publicadas respecto a la implementación de este Programa, y a propósito de la entrega de estos nuevos resultados presentan un nuevo Programa “Demos la vuelta a la manzana”, cuyo centro parece ser la intersectorialidad, lo cual es del todo lógico, pues el complejo problema de la obesidad y su multicausalidad ameritan intervenciones mucho más allá que salud y educación.
La escuela es un ambiente importante para atacar la obesidad de NNA, pero se debe pensar más allá y hacerse cargo de los aspectos causales más estructurales de su determinación social. Se requiere mejorar el acceso de las personas y comunidades a los alimentos saludables, lo que implica no solo acceso físico, sino también económico. En una estimación de 2015 un tercio de las familias no contaba con los recursos económicos para proveerse una canasta básica saludable y es posible que hoy sea peor dado el aumento de precios de los alimentos reportado durante este año. Es necesario que el cálculo del salario mínimo incorpore este dato y permita que todas las familias accedan a alimentos saludables en cantidad suficiente.
Pero, no todo recae en lo económico. No se puede dejar de considerar que es en los hogares donde NNA adquieren los hábitos alimentarios por lo que las guías y recomendaciones alimentario-nutricionales no deberían ser aplicadas de forma estandarizada, sino considerando los contextos socioculturales, estilos parentales y dinámicas alimentarias y esto debe ser manejado adecuadamente por los equipos de salud. La entrevista motivacional es una herramienta clave para motivar los cambios de hábitos. No basta con educar, se debe trabajar de manera integral con las familias para consensuar y programar la mejor manera de generar esos cambios.
Es imprescindible transformar todos los ambientes alimentarios en los que transcurre la vida de NNA, no sólo el ambiente escolar y el doméstico a los que hemos hecho referencia, también la vía pública y el ambiente de abastecimiento, por ejemplo, mediante políticas públicas intersectoriales que restrinjan aún más el marketing de alimentos insanos que hoy solo protege a los menores de 14 años; ampliar el impuesto que hoy existe para bebidas azucaradas a todos alimentos con sello “Alto en”; prohibir la venta de alimentos con sello alrededor de las escuelas; aumentar el horario y distribución geográfica de las ferias libres; subsidiar el precio de los alimentos saludables; revisar una vez más las minutas que entrega el programa de alimentación escolar; y fortalecer el trabajo de la atención primaria, entre otros.
La grave situación de obesidad e inequidades que nos exponen los resultados de Junaeb conlleva un imperativo ético; los NNA no pueden esperar, se requieren con urgencia nuevas políticas públicas que apunten a los determinantes más estructurales de esta situación.
Por: Daniel Egaña Rojas, Patricia Gálvez Espinoza y Lorena Rodríguez-Osiac
Publicado originalmente en Cooperativa