El día mundial del agua se celebró el pasado 22 de marzo. Este año Naciones Unidas organizó la Conferencia Mundial del Agua, para dialogar sobre el derecho humano de este recurso como bien común, sustento esencial para la vida, agroecosistemas, alimentación y sostenibilidad del planeta. ¿Sabías que, a pesar de su importancia y la gravedad de la situación actual en que se encuentra el agua globalmente, hace 40 años no se realizaba una reunión de esta envergadura para hablar de este recurso vital con representantes de organizaciones de la sociedad civil, territorios, comunidades, gobiernos, etc?
¿Y por qué es tan importante que pensemos y hablemos sobre el agua? Todos y todas comemos…todos los días…varias veces al día… ¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar en las implicancias que tiene sobre el recurso hídrico, este “elemento vital”, disfrutar una jugosa manzana, una lechuga fresca o un delicioso pedazo de carne? Para empezar, ¿sabemos que el agua constituye aproximadamente 85, 97 y 70% del peso de estos alimentos, respectivamente?
¿Sabemos, por ejemplo, que sólo un 27% del agua dulce se utiliza en agua potable, industria, minería, sector pecuario y los sistemas de energía eléctrica y el 73% restante está destinado a la agricultura, es decir, a la producción de esta manzana, lechuga o carne?
Uno de los recursos claves para producir nuestros alimentos es el agua, pero ¿sabemos que en Chile los sistemas de riego de la mayoría de los cultivos no son lo suficientemente tecnificados y eficientes como para evitar pérdidas innecesarias de este recurso?, ¿y sabemos que esto se podría resolver, en gran parte, con una gestión adecuada del recurso hídrico?
Al momento de decidir qué comer, ¿tenemos consciencia que la producción de carnes tiene la mayor huella hídrica de estos tres alimentos? ¿al menos, hemos oído hablar de este concepto? ¿y sabemos que producir un kilo de legumbres, que aportan altos niveles de proteínas, usa solamente el 17% del agua utilizada para producir la misma cantidad de carne?
Para producir nuestros alimentos se requiere de numerosos insumos, tales como combustible, agroquímicos, plásticos, entre otros ¿somos conscientes que la fabricación y uso de estos insumos genera un tercio de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) de origen antrópico?, ¿y que estos GEI son los principales motores del cambio climático, incluyendo un aumento de la temperatura del planeta y efectos muy negativos sobre el agua del planeta, como la megasequía que en Chile se ha extendido por más de 14 años? ¿y que, en este escenario de cambio climático, junto con la sequía en algunas regiones ha ocurrido exceso de lluvias en otras, generando lamentables desastres, como los que ocurrieron en San Pedro de Atacama?…y lo que es más grave ¿tenemos conciencia, que independientemente de dónde se emitan los GEI, las consecuencias de este cambio climático se sufren en todo el planeta, resultando en migraciones y desarraigo de refugiados ecológicos, deterioro y pérdida de ecosistemas y biodiversidad, así como el cambio forzado en uso de suelo, por la imposibilidad de seguir viviendo y produciendo en esos territorios?
Un ejemplo de esto es la lamentable pérdida de terreno cultivable en el secano costero de la zona central, donde ya no es posible sembrar lentejas y garbanzos por falta de lluvias. ¿Sabemos que, producto de esta situación, el 90% de estas legumbres son actualmente importadas, provocando pérdida de variedades locales y un empobrecimiento de nuestro valioso patrimonio genético de las leguminosas que solíamos disfrutar?, ¿y que, además, el viaje de estos alimentos genera GEI, aumentando su huella de carbono y contribuyendo al cambio climático?, ¿y que socialmente esto ha tenido un gran impacto sobre la agricultura familiar campesina, quienes han perdido sus fuentes de alimentación y sobrevivencia y toda una cultura y conocimiento que giraba en torno a estos cultivos?. Así de trascendente puede ser la falta de agua en una localidad…
En otros ámbitos de igual importancia, este año vimos con horror cómo los incendios en zonas forestales y urbanas (que cada vez ocurren con más frecuencia e intensidad) no pudieron ser controlados de manera oportuna, en parte, por la falta de agua y en parte por las altísimas temperaturas, ¿somos conscientes que esto también se debe al cambio climático?
Podríamos escribir mucho más sobre este preocupante tema. Por ejemplo, no hemos ni siquiera tocado la contaminación de nuestras aguas a través del vertido de residuos agroindustriales al suelo o cursos de agua, o el uso excesivo de agroquímicos (fertilizantes o plaguicidas) para la producción de nuestros alimentos, los que a través de las napas freáticas también terminan en los ríos y finalmente en los océanos ¿pensamos en esto cuando saboreamos una rica y jugosa manzana?
En estos tiempos de cambios planetarios nos enfrentamos, además, a enormes desafíos en términos del agua como derecho humano, cuyo acceso debe ser para todos ¿Sabías que Chile es uno de los pocos países en el mundo donde la gestión de las aguas es privada, y donde el lucro como objetivo, no garantiza el derecho universal al agua?, ¿sabías que hay localidades rurales, como Petorca, donde la gente ya no puede cultivar sus propios alimentos, porque no cuentan con agua para regar sus chacras, dificultando enormemente su subsistencia?
Tomar conciencia es el primer paso, pero ahora falta que todos los actores contribuyamos a un cambio positivo en el uso del agua, partiendo por nosotros, simples mortales constituidos por un 50-70% de agua, que nos comemos una manzana, una lechuga o un pedazo de carne a diario. Tomar las decisiones correctas en relación con nuestra manera de alimentarnos pasa por educarnos como sociedad y del compromiso de los Estados a través de políticas públicas que aseguren el cuidado de este recurso, sin el cual, no sólo no tendríamos alimentos, tampoco existiría la vida.
Por: Gabriela Lankin Vega Cecilia Baginsky, Marcela Araya Bannout
Publicado originalmente en DiarioUchile