A inicios de noviembre, en el marco del día mundial el veganismo, la organización “animal libre” inició una campaña de etiquetado vegano, utilizando para ello los conocidos rombos/sellos “altos en”. La similitud no era solo formal, sino que -con el apoyo de la diputada Girardi- se buscaba modificar la Ley de Composición Nutricional de los Alimentos y su Publicidad (Ley 20.606), agregando un artículo que indique que “los alimentos procesados que no contengan ningún ingrediente de origen animal se etiquetaran mediante la expresión ‘vegano’, acompañada de un logo o símbolo que represente que está hecho en base de plantas. Dicha información deberá ir en la parte frontal del envase de los respectivos alimentos, de manera que se garantice su visibilidad. […]”.
Vale la pena recordar que la Ley de Etiquetado actual aplica sólo a alimentos envasados, advirtiendo sobre componentes que, en exceso, son perjudiciales para la salud (azúcares, grasa, sodio y calorías), mientras que la modificación vegana plantea advertir sobre una composición que es vista como positiva. Aunque a primera vista puede parecer sensato que los alimentos procesados y envasados entreguen más información a los consumidores, la propuesta no deja de guardar ciertas contradicciones.
Crecimiento del vegetarianismo/veganismo en Chile
Los datos sobre la población vegana y vegetariana en Chile son contradictorios. En diciembre 2018, la cuestionada CADEM publicó el estudio “el Chile que viene”, indicando que un 20% de los encuestados afirmaba tener una dieta vegana o vegetariana. El mismo año, sin embargo, la Encuesta Nacional de Medioambiente, realizada por el Ministerio del Medio Ambiente y la Universidad Católica, indicó que solo un 6% de la población no incluía en su alimentación pollo, cerdo o vacuno. Indudablemente en el discurso público, el veganismo y vegetarianismo han ganado terreno y el interés por este tipo de dietas es creciente, no obstante, ello no constituye fundamento para la obligatoriedad de un etiquetado frontal vegano. Hoy existe etiquetado voluntario de los productos libres de ingredientes de origen animal.
Independiente de lo anterior, no hay duda de que la oferta de alimentos ultraprocesados de origen vegano ha aumentado considerablemente. Not Company, la empresa chilena que ha experimentado un crecimiento explosivo, es solo la punta de lanza de un fenómeno global. Según un estudio de Mintel, la oferta de productos ultraprocesados veganos ha crecido en Chile de un 4% a un 12% entre 2018 y 2021. En el mismo periodo, los productos “basados en plantas” han pasado del 0,1% al 5% y los vegetarianos del 1% al 4%.
Contradicciones de la propuesta
Como ya hemos indicado, la propuesta plantea algunas contradicciones respecto al espíritu de la Ley 20.606, que se orienta a identificar los alimentos envasados, procesados y ultraprocesados, perjudiciales para la salud. Sin embargo, cabe preguntarse si este nuevo etiquetado vegano de alimentos, cuando estos son ultraprocesados, cumple también con los intereses y motivaciones que instan a las personas a adoptar una dieta vegana.
Aunque es difícil identificar una sola razón, la población vegana suele justificar su opción alimentaria en un conjunto de legitimas motivaciones tales como: a) anti especismo: empatía con el mundo animal y evitar el sufrimiento animal en cualquiera de sus formas; b) ecologismo: es un corolario de lo anterior, pero extiende el argumento al daño ambiental producto de la ganadería intensiva; c) salud: aquí los argumentos son diversos y van desde la incidencia de cáncer asociada al consumo de productos de origen animal a los beneficios de las dietas basadas en plantas.
A pesar de que no hay duda de que una dieta “basada en plantas” es una dieta saludable, ello no quiere decir que todos los productos “sin trazas animal” lo sean. Un alimento procesado o ultraprocesado puede estar exclusivamente basado en plantas y aportar un exceso de calorías, grasas, sodio o azúcar, tal como la Ley 20.606 busca identificar.
Al contrario, la propuesta de etiquetado vegano excluye a los principales alimentos de una dieta “basada en plantas”, a saber, las frutas, legumbres y verduras mínimamente procesadas (dado que éstos suelen venderse a granel y como tales no llevan etiquetado, y cuando se venden envasados y no tienen adición de nutrientes críticos, no son afectados por la Ley de Etiquetado). Esta contradicción, que los productos veganos de mejor calidad queden fuera del etiquetado, corre el riesgo de confundir -antes que informar- a la población. En este sentido, es posible que el etiquetado vegano pueda transformarse en publicidad gratuita de alimentos ultraprocesados, por sobre los alimentos más saludables como la fruta y la verdura fresca.
Como indicó Marion Nestlé a inicios de siglo, el mensaje podría ser simple: “trate de basar su dieta en frutas y verduras sin procesar”. Al revés, la industria satura de información al consumidor usando múltiples mensajes en sus empaques y marketing.
Pero el problema no termina aquí. Si bien una dieta “basada en plantas” puede ser más respetuosa con el medio ambiente que el consumo de carnes y alimentos de origen animal, esto no es así cuando hablamos de productos ultraprocesados; dado que como parte de su mismo procesamiento muchos de sus ingredientes son transformados hasta dejar de ser reconocibles y además utilizan para ello una gran cantidad de agua y energía. Tras su elaboración, los ultraprocesados inician una cadena de distribución y comercialización larga (muchas veces trasnacionales), que implica emisión de gases contaminantes por el uso de combustibles fósiles. Por último, al ser productos envasados, su consumo suele producir una gran cantidad de basura, mucha de ella no biodegradable y que no siempre es reciclada.
Finalmente, ¿en qué aportaría el etiquetado vegano desde el punto de vista de salud pública? Dicho de otra manera: ¿qué riesgos para la salud implica comer alimentos o ingredientes de origen animal?, ¿hay que promover el veganismo desde las políticas públicas? Es complejo pensar en un etiquetado “verde” y más bien positivo, que coexistirá con el sello negro de advertencia “alto en” que busca desalentar la compra y consumo de ese mismo alimento. ¿Cuál sería en esa situación el mensaje para la población? ¿Lo compro por ser vegano/sano o lo desecho por tener 3 sellos “alto en”? Esta hipotética situación puede no ser excepcional, conociendo que muchos alimentos envasados veganos son ultraprocesados y tienen alto contenido de azúcares, grasas saturadas, sodio y energía/calorías; y aún si no tuvieran sellos negros, son alimentos con alto contenido de aditivos y cuya producción no es necesariamente sustentable.
Sin perjuicio que el aumento del consumo en el consumo de legumbres, frutas y verduras poco procesadas o sin procesar es benéfico, corremos el riesgo de complejizar la información a la población y confundir; y más aún contribuir a entregar un mensaje positivo en alimentos cuya producción y consumo se quiere desalentar.
Daniel Egaña Rojas. Departamento de atención primaria y Salud Familiar, Grupo Transdiciplinario para la Obesidad de Poblaciones (GTOP), Universidad de Chile
Lorena Rodríguez Osiac. Escuela de Salud Pública, Grupo Transdiciplinario para la Obesidad de Poblaciones (GTOP), Universidad de Chile
Por: Daniel Egaña y Lorena Rodriguez
Publicado originalmente en El Mostrador