La hipertensión es un destino evitable. Es momento de exigir a los tomadores de decisiones sobre la urgencia de avanzar conjuntamente en enfoques preventivos multinivel, como el diseño de políticas públicas que mejoren el ambiente en cuanto a los factores predisponentes.
Pensemos en una enfermedad sigilosa, que no da síntomas, pero que daña progresiva y lentamente el corazón, los riñones y el cerebro. Así actúa la hipertensión, esta asesina silenciosa que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a uno de cada tres adultos a nivel mundial. La hipertensión arterial (HTA) daña arterias y órganos, provocando infartos, accidentes cerebrovasculares o falla renal. Además de ser una de las principales causas de muerte prematura a nivel mundial.
En Chile, muchas personas descubren que tienen HTA tras una consulta rutinaria o un “aviso” (infarto, dolores de cabeza reiterados o mareos). Los factores de riesgo más comunes son los hábitos de vida como el sedentarismo, la mala alimentación, el tabaquismo y el estrés.
Si bien, en nuestro país, el abordaje de la HTA está cubierto por el Plan ‘AUGE’ que garantiza el acceso oportuno a control y tratamiento de la enfermedad, la verdadera clave para reducir el impacto de la hipertensión está en prevenirla. La prevención requiere mucho más que cambios individuales: necesitan decisiones políticas, visión estructural y acción multisectorial.
La hipertensión arterial no solo acorta la esperanza de vida, sino también los años de vida saludable, afectando la calidad de vida de millones de personas. Por eso, la responsabilidad es compartida: desde los equipos de salud hasta quienes elaboran políticas públicas, debemos trabajar conjuntamente para concienciar y concentrarnos en la importancia de cómo fomentar su prevención.
La evidencia científica es clara y propone un enfoque de prevención basado principalmente en la modificación del estilo de vida como: mejorar la alimentación, aumentar la realización de ejercicio regular, controlar el peso corporal, evitar el tabaco y el alcohol, reducir el estrés, entre otros. Sin embargo, estos cambios individuales no son sostenibles si no están acompañados de políticas públicas que faciliten y promuevan entornos saludables para toda la población.
Por ejemplo, en Chile consumimos el doble de la sal recomendada por la OMS (5 gramos al día). Este alto consumo proviene tanto de la sal usada como ingrediente en la cocina habitual y de su “cómplice invisible”, los ultraprocesados (alimentos económicos, accesibles y adictivos). Junto a la realidad de muchos de no tener tiempo para cocinar, hace que el consumo de estos alimentos envasados gane con ventaja. Sin reflexionar que el ahorro de minutos hoy se podría traducir en pérdida de años de vida saludable futura.
Es así que la reducción de la ingesta de sal no depende solo de la voluntad individual, o de las legislaciones vigentes en etiquetados, sino también por ejemplo en promover incentivos a la producción y acceso a alimentos frescos.
Por supuesto, hay acciones individuales que ayudan, en este sentido, las recomendaciones actuales avalan que la adherencia a un patrón alimentario saludable puede disminuir significativamente la presión arterial. Pero, ¿cómo empezamos con los cambios? Por ejemplo, en la casa, reemplace el salero de mesa por limón, merkén u otras especias.
Planifique su rutina para evitar la compra de productos envasados y prefiera el consumo de alimentos frescos que encontramos en ferias libres (frutas, verduras, frutos secos). Camine 30 minutos al día, o realice algún tipo de ejercicio de su preferencia.
La hipertensión es un destino evitable. Es momento de exigir a los tomadores de decisiones sobre la urgencia de avanzar conjuntamente en enfoques preventivos multinivel, como el diseño de políticas públicas que mejoren el ambiente en cuanto a los factores predisponentes.
Desde un nivel individual, podemos realizar pequeños cambios en nuestros hábitos y empezar con un paso a la vez. Estos cambios sostenidos en el tiempo apoyados por políticas coherentes, pueden ser fundamentales en el cuidado de nuestra salud y bienestar.
Por: Natalia Gomez y Nicole Hidalgo
Publicado originalmente en El Desconcierto