El sábado 23 de marzo el Ministerio de Salud lanzó oficialmente la “Estrategia para Detener la Aceleración del Sobrepeso y Obesidad en la Niñez y Adolescencia”. Se felicita la iniciativa. Valoramos que no se abandone un tema que es de tanta relevancia para la salud poblacional y de tan grande impacto sanitario y económico.
No hace falta repetir que la malnutrición por exceso es un grave problema de salud pública en Chile – y muchos otros países también- lo que hace urgente avanzar en políticas públicas preventivas para abordar este problema, sobre todo en la etapa de la infancia. Reconociendo los grandes avances de nuestro país (sellos de advertencia en etiquetas de alimentos, prohibiciones en publicidad de alimentos y en venta de alimentos en escuelas, impuesto a las bebidas azucaradas, y guías alimentarias, entre otros), es necesario plantearnos nuevos desafíos, reflexionando en torno a nuestros resultados sanitarios y considerando la evidencia científica de otras latitudes, así como recomendaciones de organismos internacionales como UNICEF, FAO y OMS.
Hace justo 2 años escribíamos una columna a propósito del lanzamiento del Plan Nacional de Prevención y Manejo de la Obesidad Infantil al 2030. En esa ocasión nuestro grupo alertaba sobre la discordancia entre el diagnóstico causal de la obesidad y las propuestas de solución planteadas, que eran mayoritariamente medidas de intervención individual (que sabemos no son suficientes), endosando a las personas la responsabilidad de cuidar su alimentación. Sólo 2 propuestas apuntaban a cambiar los ambientes obesogénicos que nos rodean y a los que los niños, niñas y adolescentes están expuestos día a día. Pedíamos también que las autoridades complementaran este Plan con medidas estructurales e intersectoriales, de mayor fuerza, para enfrentar la obesidad infantil.
Celebramos que la nueva versión incorpora medidas que conciben de forma más integral el problema. La Estrategia recién lanzada recoge la causalidad basada en los determinantes sociales y comerciales de la salud, la Política Nacional de Alimentación y Nutrición, el Modelo de Ambientes Alimentarios Chileno y la numerosa base científica disponible, proponiendo la transformación sustantiva de los ambientes alimentarios e intervenciones multinivel.
Destacamos las medidas fiscales como impuestos correctivos en alimentos no saludables; la ampliación del etiquetado de advertencia a alimentos no envasados y a aditivos como edulcorantes artificiales; la restricción de venta de productos con sello alrededor de las escuelas; mejoras del Programa de Alimentación Escolar (PAE); medidas para favorecer el consumo de agua en escuelas y restaurantes; y un conjunto de medidas que faciliten la práctica de actividad física en establecimientos educacionales. Frente a esto último llama la atención que, pese a que la Estrategia fue lanzada destacando su naturaleza intersectorial, no se aprecian líneas estratégicas claras de trabajo conjunto con otros sectores para aumentar la actividad física, por ejemplo, con el Ministerio de Vivienda y Urbanismo para avanzar en planes de ciclovías hacia las escuelas u otras estrategias estructurales para crear ambientes activos.
Nos parece que esta propuesta va en la dirección que Chile necesita y que diversos organismos internacionales promueven. Esperamos que lo entiendan así quienes ahora deben legislar, regular, normar y desarrollar programas para que estas medidas sean efectivamente implementadas. Esperamos también que se logre el trabajo intersectorial necesario para la efectiva implementación de la estrategia.
Las proyecciones indican que la obesidad continuará en ascenso a no ser que apuremos el paso y ello implica disponer cuanto antes de un Plan de Acción, es decir, establecer con claridad qué medidas específicas se adoptarán, qué recursos se dispondrán, en qué plazos se espera dar cumplimiento a los objetivos y cuáles serán los indicadores con los que se podrá monitorear su cumplimiento, de lo contrario, esta Estrategia podría quedar sólo en una declaración de buenas intenciones.
Nuestros niños, niñas y adolescentes no pueden esperar más, es necesario que los ambientes que les rodean favorezcan los modos de vida más saludables, no solo fomentando mayor actividad física y mejor calidad de los alimentos, sino limitando y dificultando el acceso a aquello alimentos que probadamente empeoran la salud nutricional; sino estarán condenados a sufrir enfermedades crónicas precozmente, determinando una muy mala calidad de vida. Es responsabilidad del Estado garantizar la transformación de los ambientes obesogénicos a ambientes saludables, a fin de generar mayor bienestar y equidad en la población.
Por: Lorena Rodríguez Osiac, Daniel Egaña Rojas, Patricia Gálvez Espinoza, Andrea Cortínez O´Ryan, Nelly Bustos Zapata. Académicas del Grupo Transdisciplinario para la Obesidad de Poblaciones, GTOP, de la Universidad de Chile
Publicado originalmente en Diario Uchile