Más allá del costo económico y la disponibilidad de los alimentos en los ambientes alimentarios, las personas interactúan en diversas formas en estos, dando pie a escenarios dinámicos que, día a día, determinan lo que se adquiere, se prepara y se sirve en la mesa nacional.
Conocer esas vinculaciones es el objetivo que se puso el equipo que encabeza la profesora Patricia Gálvez, académica del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina, en el proyecto “Prácticas e interacciones de actores en entornos alimentarios: repensar la determinación social de la alimentación”, donde además participan el profesor Daniel Egaña como co-director, quien es antropólogo y docente del Departamento de Atención Primaria y Salud Familiar de nuestro plantel; la doctora Lorena Rodríguez, académica de la Escuela de Salud Pública y la profesora Carolina Franch, antropóloga y académica de la Facultad de Ciencias Sociales.
“Partiendo de que nuestro país enfrenta un problema relacionado con la alta prevalencia de sobrepeso y obesidad y otras enfermedades no transmisibles, y que estas condiciones están vinculadas con una dieta poco saludable, nuestro estudio tiene como objetivo explicar las prácticas e interacciones de los actores en los ambientes alimentarios, para abordar el problema de la alimentación no saludable con un enfoque transdisciplinario”, dice la docente.
Junto a parte del equipo de investigadores de este proyecto, durante el 2015 propusieron un modelo de ambientes alimentarios que es el que actualmente utiliza el Ministerio de Salud en su Política Nacional de Alimentación y Nutrición, y que establece la interrelación de cinco entornos vinculados con la adquisición, preparación y consumo de los alimentos, como son el doméstico, el institucional, la vía pública, el de restauración y el de abastecimiento. “Pero todavía existen dificultades para comprender la determinación de estos en la salud nutricional de las personas, especialmente desde un enfoque transdisciplinario, porque generalmente los marcos conceptuales, tanto de los determinantes sociales de los alimentos como el de los entornos alimentarios, asumen una causalidad ya instalada y no explican cómo se establecen o articulan estas relaciones”, señala.
Por ello, entonces, esta investigación propone recurrir a la Teoría Actor-Red (ANT) para investigar e intentar dar respuesta a estas brechas. De esta forma, se propone rastrear la red de relaciones entre los diversos actores –humanos y no humanos, como objetos, tecnología, ideas, artefactos, animales, plantas, entre otros- para describir cómo interactúan y qué agencias, directas o remotas, están en juego. “Queremos ver las interacciones que se dan entre las personas y los ambientes, más allá de la decisión de si compro y consumo algo porque me gusta o no me gusta, o por su precio, sino indagar más profundamente en las interacciones que están presentes en la elección de cierto producto. Por ejemplo, hay compras que se hacen en fechas especiales, las familias celebran o comparten relacionándose con la comida, o quizás me cuesta elegir un yogur por sobre otro porque el que realmente prefiero no está en el supermercado, etc. Necesitamos una mirada con múltiples dimensiones para entender más allá de lo evidente en las decisiones alimentarias; también, en ese sentido, queremos incorporar cómo influyen temas como el de migración, o el de género, porque en general hay muchos estudios en relación a mujeres, pero falta comprender la perspectiva de ambiente alimentario de los hombres, por ejemplo”.
Proyectar nuevas políticas públicas
Este estudio corresponde a un diseño no experimental, transversal y con enfoque de métodos mixtos, con una primera fase cuantitativa y las siguientes, cualitativas. Así, durante el primer año de ejecución ya aplicaron una encuesta a más de 700 personas de las comunas de Ñuñoa y Conchalí para evaluar sus percepciones respecto de sus entornos alimentarios y las prácticas que realizan en sus hogares.
Para el segundo año, proyectan realizar grupos focales, orientados a analizar e interpretar los significados que los actores tienen sobre cómo se desenvuelven en sus entornos alimentarios, cuáles son las asociaciones significativas, accediendo más profundamente al conjunto de conocimientos y percepciones con los que guían sus decisiones alimentarias y conociendo, así, sus teorías sobre cómo se componen e interactúan con los ambientes alimentarios. Y para el último año de trabajo pondrán en marcha una fase cualitativa de etnografía, que implica la exploración directa de las personas en su interacción diaria con los distintos elementos de los ambientes alimentarios en los que se movilizan, mediante un seguimiento en el que se realizará observación participante y entrevistas en profundidad.
¿El objetivo de generar este conocimiento es que siente bases, por ejemplo, para alguna política pública alimentaria?
Exactamente. De hecho, el modelo anterior que creamos está considerado en la política nacional de alimentación y nutrición de Chile, así como en algunas normativas y reglamentos oficiales en salud. Con este proyecto actualizaremos el modelo, pero además queremos informar a los tomadores de decisiones de cómo la gente hace sus elecciones de alimentos en su día a día, moviéndose entre los distintos ambientes con los que interactúa para, por supuesto, empezar a pensar en las mejores estrategias para promover una alimentación saludable. Por ejemplo, una mejor comprensión de las interacciones de los ambientes alimentarios explica el que, por mucho que una persona quiera comer saludable, si todos los días se moviliza por ambientes que tienen un acceso fácil y abundante a papas fritas, y no puede traer otras comidas desde su casa al trabajo, porque no tiene dónde comprar alimentos saludables cerca de donde vive, es bien difícil que no las coma.
¿Cómo podrían las políticas alimentarias, en base a este conocimiento generado por ustedes, intervenir en esta dinámica que es tan doméstica e internalizada?
Hay varias formas; nosotros hemos hecho hasta el momento tres policy briefs de ambiente alimentario y de cómo las políticas públicas deberían considerarlos. Una de las formas es mediante los precios; otra, ampliar la ley de etiquetado, entre otras. En el caso del ambiente doméstico, que está muy sobrecargado hacia el trabajo que debe hacer la mujer, también tenemos propuestas de hacerlo este trabajo sea más transversal entre todos los miembros del hogar, por ejemplo. Queremos dar esta mirada de interacciones entre ambientes alimentarios para que se entienda de mejor manera que si se maneja un precio eso va a actuar a nivel doméstico de cierta forma, pero de otra distinta en todos los demás entornos, por ejemplo. Este estudio fondecyt sentará más bases teórico-prácticas para la implementación de políticas públicas, tanto las planteadas en los policy brief que hemos hecho como otras por venir.
Por: Cecilia Valenzuela León
Publicado originalmente en Comunicaciones Institucionales