A mediados de enero, la Unión Europea autorizó el consumo humano de gusanos de la harina y grillos domésticos, insectos que ahora pueden ser incluidos en la dieta en formatos como polvo, pastas, o también deshidratados. Pese a que para nosotros puede ser algo extraño incluirlos en nuestra dieta, la entomofagia (o consumo de artrópodos, particularmente insectos) es una práctica común en muchos países de Asia. Especialistas de la U. de Chile afirman que ante los desafíos ambientales y la amenaza de una crisis alimentaria esta alternativa proteica podría ser incorporada en nuestras mesas y platos en un futuro no tan lejano.
¿Incorporarían gusanos, moscas, grillos o escarabajos en sus comidas? Quizás si hiciéramos una encuesta la respuesta que lideraría las preferencias sería un rotundo no. Sin embargo, el consumo de insectos es una opción cada vez más aceptada en el mundo. Así lo demuestra una disposición de la Unión Europea que a mediados de enero autorizó el consumo humano de larvas de gusano en polvo (congeladas, en pasta y deshidratadas), y grillos en polvo parcialmente desgrasado.
Consultados por este tema, especialistas de la U. de Chile comentan que la entomofagia, o consumo de artrópodos, particularmente insectos, es una práctica común en muchos países de Oriente y Asia, y que si bien en América es menos frecuente encontrar culturas que consumen insectos, hay países que sí lo hacen.
“México es, sin duda, uno de los países latinoamericanos que mejor ha incorporado esta costumbre en su alimentación diaria y es frecuente ver cómo los famosos chapulines (saltamontes) se venden como snack en la vía pública o se consumen en platillos preparados en restaurantes. Algunos pueblos de Perú, Brasil y Bolivia también consumen insectos o larvas de insectos, aunque esta práctica no es popular en la población general”, señala Nicolás Tobar, ingeniero en Biotecnología Molecular, doctor en Nutrición y Alimentos y académico de la Unidad de Nutrición Básica del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA) de la U. de Chile.
Gabriela Lankin, profesora de la Facultad de Ciencias Agronómicas e integrante del Grupo Transdisciplinario para la Obesidad de Poblaciones (GTOP) de la Universidad de Chile,plantea por su parte que los insectos “pertenecen al reino animal y son tan animales como una vaca, un cordero o un pollo. Por lo tanto, sus proteínas son equivalentes a las de origen animal. Se ha propuesto que serían una fuente alternativa de proteínas debido a todas las desventajas que tiene la producción de los animales típicos que consumimos”.
¿Por qué deberíamos comer insectos?
Son múltiples los motivos que deberían llevarnos a incorporar este tipo de alimentos a nuestra dieta, según explican los especialistas. Por una parte, existirían razones económicas, dado que producirlos tiene un menor costo comparado con la producción ganadera. Asimismo, habría razones medioambientales y nutricionales que “nos pueden ayudar a entender la importancia que tiene y tendrá en un futuro esta fuente de alimentación”, dice el profesor Tobar.
“La producción de un kilo de insectos es mucho más barata que la producción de un kilo de carne tradicional. Esta comparación es relevante, pues se ha determinado que los insectos (adultos o larvas) son animales ricos en proteína, lo cual podría ayudar a enriquecer muchos productos en un macronutriente (proteínas) de alto costo y de gran importancia nutricional”, explica el académico. Respecto al contenido de grasa, los análisis practicados a algunos tipos de insectos (gusano de la harina, grillos y algunos escarabajos), “muestran que su composición presenta ácidos grasos potencialmente menos dañinos que las grasas saturadas de la carne tradicional y, además, tienen un comportamiento térmico similar a los aceites vegetales, lo que los hace más atractivos para su uso industrial”.
La profesora Lankin agrega, asimismo, que “es mucho más fácil criar insectos y tienen ciclos bastante rápidos y ocupan poco espacio”. Añade, por otra parte, que los insectos “tienen nutrientes muy equivalentes, de muy buena calidad, comparados con los que aporta la proteína animal”. Otra ventaja, dice la especialista, es que la crianza de los insectos “tiene muy poco impacto en el medio ambiente (…) Está la crianza artificial de insectos de forma masiva para convertirlos en harina, que se puede usar como suplemento en cualquier tipo de alimentos, o hay algunas culturas como la china o la mexicana en las que se comen los insectos vivos enteros, salteados en aceite, con sal”.
La académica sostiene, además, que estos “no transmiten enfermedades a humanos como, por ejemplo, las vacas locas o la gripe aviar. Pero como los insectos son diferentes se supone que no comparten las mismas enfermedades, por lo tanto, es mucho más seguro”. El profesor Tobar, en tanto, complementa que esta “producción no solo es más barata y su consumo potencialmente saludable, sino también mucho más amigable con el ambiente. La producción de insectos (por kg) requiere menos consumo de agua, genera menos Gases de Efecto Invernadero (uno de los responsables del calentamiento global) y requiere de mucho menos espacio, lo que evita la conversión de suelo para la explotación ganadera, un factor que ha sido impulsado por la alta demanda de carne derivada del crecimiento de la población mundial”.
¿Comeremos en Chile insectos?
Los especialistas recalcan que si bien para nosotros, en occidente, puede sonar sorprendente el consumo de gusanos o insectos, hay culturas que ya lo aplican. A esto se suman proyecciones sobre el impacto del calentamiento global en la reducción de la capacidad de producir alimentos, lo que conduciría a una crisis alimentaria que puede transformar el consumo de insectos en una acción más bien habitual. “Sin duda, en el futuro será necesario y posible comer distintos productos y/o platillos a base de insectos”, afirma el profesor Tobar.
En esta línea, Tomislav Curkovic, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la U. de Chile, no descarta que ante una eventual falta de alimentos tengamos que recurrir a insectos e incluirlos en nuestra dieta de diversas formas. “Evidentemente que ante los riesgos de una crisis alimentaria, que se pueda proyectar, no me cabe la menor duda que esto va a tener que tomar un desarrollo que los terminará incluyendo, lo que probablemente va a requerir investigación”, sostiene.
Advierte, asimismo, que hoy ya los tenemos incluidos, aunque no lo sepamos. “La verdad es que el consumo de insectos o artrópodos es algo habitual en nuestra dieta. Sin ir más lejos, comemos jaibas y todo tipo de crustáceos, que son parientes de los insectos. En el mundo, los insectos son una fuente de alimentación frecuente en muchas culturas, desde hace siglos, pero tal vez en la cultura chilena hay un cierto rechazo al consumo de insectos en particular”.
Las investigaciones que permitan conocer su composición y características nutricionales, junto con la socialización de esta práctica, dice el académico del INTA, “permitirán que, así como hemos incorporado otras prácticas culinarias a nuestra dieta, los insectos serán parte importante de la nutrición del futuro, en donde la proteína animal tradicional tendrá cada vez un costo más elevado, en lo monetario y medioambiental. Sin duda, el cultivo de insectos puede colaborar a la nutrición de países pobres que aún tienen altas tasas de desnutrición infantil, pero también ayudar a diversificar y mejorar la dieta de la población chilena”.
Por: Maritza Tapia, Prensa Uchile
Publicado originalmente en Prensa Uchile